La Primera Guerra Mundial marcó un punto de inflexión en la historia militar, introduciendo tecnologías y tácticas que cambiaron la naturaleza del combate. Entre las innovaciones más significativas se encuentran las ametralladoras, que permitieron una mayor capacidad de fuego y contribuyeron a la alta tasa de bajas en el frente. Estas armas hicieron que las tropas adoptaran tácticas más defensivas, llevando a un estancamiento en las líneas del frente.
Otra innovación clave fue el uso de la artillería pesada. Los cañones de largo alcance podían bombardear posiciones enemigas desde grandes distancias, preparándolo todo para un ataque terrestre. La guerra de trincheras se convirtió en la táctica predominante, con soldados viviendo y luchando en condiciones extremas, lo que provocó un alto nivel de desgaste humano y material.
Además, se introdujeron nuevas tecnologías como los tanques y los aviones. Los tanques fueron diseñados para romper las líneas enemigas y cruzar el terreno difícil, mientras que los aviones se utilizaron para la observación y el combate aéreo. Estas innovaciones cambiaron la dinámica del campo de batalla, permitiendo movimientos más ágiles y estrategias más variadas.
Las tácticas de guerra también evolucionaron con la introducción de operaciones de sorpresa y ataques coordinados. Los generales comenzaron a implementar estrategias más complejas, como el uso de bombardeos previos y la movilización de tropas en múltiples frentes, lo que dificultaba la reacción rápida del enemigo. A pesar de estas innovaciones, muchas batallas se convirtieron en enfrentamientos sangrientos y prolongados, dejando una profunda marca en la historia militar.